Las nuevas adquisiciones, que se suman a los 9.136 millones de dólares
gastados entre 1990 y 2012, comenzaron con la incorporación de ocho
aviones Casa-295 del fabricante europeo EADS.
Estas naves, de
las cuales falta ingresar cinco, poseen capacidades de transporte y
vigilancia marítima, operaciones clave en un país con unos 5.000
kilómetros de costa.
Las Fuerzas Armadas, que disponen de
ahorros por unos 4.200 millones de dólares para futuras compras bélicas
además del gasto corriente, desean fortalecer su movilidad y potencia
antiaérea.
En medios terrestres, un objetivo es incorporar una
fuerza acorazada de brigadas de alta movilidad, la que tendría un costo
de 350 millones de dólares, según el analista Eduardo Santos.
A
ello hay que sumar fragatas con especificidad antiaérea, una ampliación
de la fuerza de submarinos Scorpene y buques multipropósito con
helicópteros. Todo por 3.000 millones de dólares.
También
modernizar los cazabombarderos F-16 y dotarlos de munición inteligente,
además de adquirir aeronaves para reabastecimiento en vuelo. Otros 900
millones de dólares, estimados.
"No somos un país armamentista,
sino coleccionista de sistemas de armas", ironizó Santos ante la
avalancha de adquisiciones en perspectiva.
A su juicio, \"Chile
está financiando una doctrina militar del siglo XIX, para operar en el
siglo XXI y con tecnología del siglo XX\".
Con matices, el
diputado del Partido por la Democracia Patricio Hales también expresó a
dpa reparos y apoyos a la política chilena en este campo.
\"La
participación del Congreso en estas compras es prácticamente marginal en
los últimos 40 años\", lamentó el parlamentario opositor y ex
presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara.
En ese marco,
criticó el sistema de asignación de fondos heredado de la dictadura
militar (1973-1990) que obliga a repartir en partes iguales los recursos
destinados a compra de armas en las FFAA.
Junto a Santos
coincidieron en la necesidad de impulsar una política integrada de
adquisiciones bélicas, las que por hoy son definidas separadamente por
cada rama de las Fuerzas Armadas.
Hales, tras reiterar que Chile
no es armamentista, previó que el gasto futuro oscilará entre los 600 y
700 millones de dólares anuales. Santos estimó esa cifra en hasta 900
millones de dólares.
Ambos observaron que a este gasto hay que
agregar los fondos destinados a compra de municiones, cifra que podría
ascender hasta otros 500 millones de dólares, según Santos.
Chile, uno de los dos principales importadores de armas de América
Latina, compró los últimos años tanques Leopard alemanes, submarinos
Scorpene franceses, cazabombarderos F-16 estadounidenses y un satélite
EADS de uso cívico militar.
Las adquisiciones, críticadas en
especial por el Perú y Bolivia, son financiadas con la Ley Reservada del
Cobre, una norma secreta que obliga a destinar el diez por ciento de
las ventas de la estatal cuprífera Codelco a estos fines.
Esta
legislación, que impone secreto a las autoridades en varios de estos
temas, está siendo modificada en el Congreso, con la discusión de una
nueva norma sobre compra de armamento.
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